El árbol de tepozán, nativo del Valle de México y hasta hace unas décadas abundante, se está haciendo cada vez más difícil de encontrar, ya que al no ser considerado de ornato, se elimina al crecimiento de la mancha urbana que ha sustituido su hábitat por concreto y acero, aún así, a veces crece en pequeños resquicios e incluso en azoteas sin impermeabilizar como símbolo de la última batalla de la biodiversidad.
El caso del Tepozán solo es uno de los cientos de plantas nativas de esta ciudad capital que se están disminuyendo en número, como la opuntia o nopal que también se aferra a crecer entre las grietas de puentes peatonales y bardas sin acabados.
El Valle de México es una cuenca hidrográfica cerrada con una superficie de 7 mil 500 kilómetros cuadrados que se encuentra rodeado de una cadena montañosa. La biodiversidad de esta zona que ocupa la capital mexicana alberga mil 600 especies de plantas nativas y naturalizadas.
Sucede que desde la llegada de los españoles hace 500 años, se comenzaron a introducir plantas, arbustos y árboles que se han sumado a las ya existentes: Resultado: no es raro que crezca una bugambilia en lotes baldíos o en camellones, aunque su origen sea de Centroamérica.
Sin embargo, hay sitios que son un verdadero cofre del tesoro en biodiversidad nativa, como lo es la reserva ecológica de San Ángel -echeverías y otras suculentas-, o la cordillera de cerros que forman este valle.
De acuerdo a la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad en su estudio biodiversidad del Valle de México, se deben implementar acciones para proteger el patrimonio de biodiversidad que tiene la ciudad. Además de mancha urbana, los incendios y deforestación afectan el ecosistema.
Plantas endémicas: El tesoro verde
258 especies de plantas vasculares de la flora del Valle de México son endémicas del país. entre otras destacan las asteráceas, leguminosas, labiadas, así como algunos encinos y pinos.
La importancia de esta la riqueza vegetal en la ciudad radica en el uso de algunas especies de leguminosas como el frijol ayocote (Phaseolus coccineus) en alimentación, el palo dulce (Eysenhardtia polystachya), como medicinal y la pata de vaca (Bauhinia variegata L.) muy utilizada en horticultura ornamental. De la división Lycopodiophyta son medicinales la cola de caballo (Equisetum spp.) y las doradillas (Selaginella spp.). De las euphorbiáceas, la nochebuena(Euphorbia pulcherrima) se cultiva por su valor ornamental.
La flora de la Ciudad de México es muy importante por la cantidad de especies que habitan en su territorio (mil 607), las cuales representan casi 70% de la flora que habita en toda la cuenca de México. Adicionalmente, casi 40% de sus especies son endémicas de México y 25 se encuentran bajo alguna categoría de riesgo según la nom-059-semarnat-2010, lo que es una llamada de alerta a toda la sociedad.
Las culturas prehispánicas conocían y usaban los hongos. La revisión más reciente contabiliza un total de 264 especies de hongos macromicetos para la Ciudad de México, en tanto los musgos son plantas pequeñas que crecen en diversos sustratos, son un grupo importante para la retención de agua de lluvia y evitar la erosión y es considerado como indicador de la salud ambiental.
Se contabiliza una riqueza de 248 especies y variedades de musgos, localizados principalmente en ambientes montañosos alrededor de la cuenca de México. También hay 64 especies de musgos exclusivos de sustratos urbanos como Bryum argenteum y Funaria hygrometrica, que se pueden encontrar en sustratos urbanos como jardines, paredes, ladrillos y hasta coladeras.
Los últimos pastizales
El pastizal, es un tipo de vegetación que dominaba el paisaje del Valle de México hasta hace unos 100 años. Actualmente se localiza principalmente en las alcaldías de Cuajimalpa, Álvaro Obregón, Magdalena Contreras, Tlalpan y Milpa Alta, en la región de Bosques y Cañadas, ocupa una superficie aproximada de mil 600 hectáreas.
Estos pastos y zacatones altos, se ejemplifican con M. macroura, Festuca tolucensis, F. amplissima y Stipa ichu, así como por herbáceas como la cola de borrego (Castilleja tenuiflora), jarritos (Penstemon gentianoides), mirto(Salvia).están presentes también cardo santo (Eryngium proteiflorum), flor de hielo (Gentiana spathacea), la orquídea (Platanthera volcanica) y el rabanillo (Senecio toluccanus).
Para el investigador Jaime Ernesto Rivera Hernández los matorrales y pastizales ofrecen a la fauna que le habita una serie de servicios ambientales que aportan elementos importantes para su supervivencia y calidad de vida.
Bosques, el pulmón herido de la parte alta
Pese a que los bosques de la ciudad cuentan con un decreto presidencial de veda forestal desde el año de 1947, cada año disminuye su presencia.
Los bosques sirven para la captación, filtración y mejoramiento de la calidad del agua, el control de los ciclos hidrológicos, la generación de oxígeno y asimilación de diversos contaminantes.
También asisten para el mantenimiento de la calidad gaseosa de la atmósfera (la cual ayuda a regular el clima), la generación y conservación de suelos fértiles, proporcionan alimentos, materias primas y recursos genéticos, medicinales y ornamentales, son un refugio para la vida silvestre y la conservación de la biodiversidad.
Otro de los rasgos distintivos, es la presencia del bosque mesófilo de montaña que se ubica en pequeños grupos en cañadas de la delegación Magdalena Contreras y los Dinamos. Por su parte, el bosque de pino es el tipo de vegetación más extenso con una superficie mayor de 24 mil hectáreas al sur -pino de montaña (Pinus hartwegii), así como huejote (S. paradoxa), enebro (Juniperus monticola) y aile (Alnus jorullensis subsp. jorullensis)-.
El matorral xerófilo agrupa comunidades vegetales en las partes secas de la entidad que ocupan una superficie de poco más de 4 mil hectáreas de Bosques y Cañadas, Serranías de Xochimilco y Milpa Alta, Sierra de Guadalupe y Sierra de Catarina.
Algunas de las especies que la caracterizan son como el tepozán (B. cordata), chapulixtle (Dodonaea viscosa), pirul (Schinus molle), ortiga de tierra caliente (Wigandia urens), el zoapatle (Montanoa tomentosa) y la endémica palo loco (Senecio praecox).
El bosque de encino está en peligro de desaparecer en la ciudad de México, pues se ha ido remplazando por la mancha urbana.
El bosque de encino está en peligro de desaparecer en la ciudad de México, pues se ha ido remplazando por la mancha urbana. Actualmente solo ocupa 4 mil hectáreas. Las principales especies que lo caracterizan son Quercus rugosa, Q. laeta, Q. crassipes, Q. castanea y, más escasamente,Q. obtusata, Q. candicans, Q. crassifolia y Q. dysophylla; además de pino (Pinus leiophylla y P. hartweggi), mamojuaxtle (Clethra mexicana), madroño (Arbutus xalapensis), palo amargo (Garrya laurifolia) y el capulín (Prunus serotina subsp. capuli).
De cuerdo a la descripción de Rzedowski de 1978, el bosque de oyamel del poniente de la ciudad se extiende por 11 mil hectáreas, se encuentra entre los 2 500 y 3 500 msnm. Incluye especies como huejote (Salix paradoxa), palo amargo (Garrya laurifolia), sauco (Sambucus nigra var. canadensis) y tepozán (Buddleja cordata), entre otros.
Riqueza lacustre
La vegetación acuática y subacuática era muy característica del valle de México. Debido al avance de viviendas la extensión de la zona lacustre se ha disminuido y lamentablemente se encuentra amenazada.
Actualmente quedan remanentes representativos en las delegaciones Xochimilco y Tláhuac que ocupan poco más de mil hectáreas al pie de las montañas del sur de la ciudad y en una zona aún chinampera donde se realizan cultivos con métodos prehispánicos de irrigación.
Entre otros, se encuentran los tulares de espadaña o tule (Typha latifolia) y de tule (Schoenoplectus californicus), así como chilillo (Persicaria amphibia), ombligo de Venus (Hydrocotyle ranunculoides), lechuga de agua (Pistia stratiotes), berro (Berula erecta), ninfa (Nymphaea mexicana), orejilla (Hydromystria laevigata), Myriophyllum aquaticum y estrella de agua (Jaegeria bellidiflora), entre otras especies que padecen la baja del nivel de agua y la sequía de canales.
De acuerdo al biólogo Fernando Sánchez Dávila , el ahuejote es un árbol que simboliza la grandeza de la biodiversidad del Valle de México. Endémico de la zona lacustre de Xochimilco, ha logrado permanecer pese a la reducción de su hábitat.
Entre casas y calles
La Ciudad de México se encuentra delimitada geográficamente al norte por la sierra de Guadalupe (de la cual una parte pertenece a la ciudad y el resto al Estado de México); al suroeste por la sierra de Las Cruces, que incluye el cerro de San Miguel y el volcán Ajusco; al sur por los cerros y volcanes de Milpa Alta (Chichinautzin, Tláloc y Teuhtli), así como el de Xochitepec y Tulmiac entre otros, y al oeste por la zona lacustre de Tláhuac, ya que en este caso los cerros se presentan ya en la cordillera de los volcanes Iztaccihuatl y Popocatepetl.
Está dividida en suelo urbano y suelo de conservación, sin embargo tanto áreas de uso agrícola como de conservación ya se encuentran urbanizados, por lo que sus plantas endémicas crecen en pequeños resquicios de ecosistema originario.
El equilibrio entre fauna, flora y especies vegetales ha sido roto en su mayoría en la Ciudad de México que ha crecido de forma anárquica ante una demoledora demanda de vivienda y espacios para oficinas, negocios y fábricas.
Tal es el ejemplo del Cerro de la Estrella en Iztapalapa, el cual se encuentra rodeado de casas habitación y sus especies de flora se replegaron a la punta del cerro y a veces en pequeños lotes.
Medicinales y maderables
Descritas por Martín de la Cruz y Juan Badiano en el herbario azteca, así como por el cronista Bernal Díaz del Castillo, las especies vegetales del Valle de México tienen características medicinales de gran valor reconocido a nivel mundial.
Las plantas proporcionan alimentos, materias primas (madera) y recursos genéticos (semillas), medicinales y ornamentales que tienen una gran importancia económica y cultural.
Estudios etnobotánicos realizados en diferentes pueblos de la Ciudad de México, enlistan 186 especies útiles, entre las que destacan las medicinales con más de 130, muchas de ellas con más de un tipo de uso (Ruiz 1989, Castillo 1991, Valdivia 2006, García 2008).
Otras plantas útiles son el pericón (Tagetes lucida, medicinal), cola de caballo (Equisetum hyemale subsp. affine; medicinal), mil en rama (Achillea millefolium; medicinal), girasol morado (Cosmos bipinnatus; ornamental), gordolobo (Gnaphalium semiamplexicaule; medicinal), nopal de castilla (Opuntia ficus-indica; comestible), encinos (Quercus spp.; combustible y maderable), entre muchas otras (Ruiz 1989, Castillo 1991, Valdivia 2006, García 2008).
Más de 30 mil ejemplares documentados
Las colecciones de Jerzy Rzedowski y de otras personas más o menos asociadas con el proyecto de la flora y la vegetación del Valle de México fueron realizadas principalmente entre 1962 y 1973. El primer juego de estos ejemplares está depositado en el herbario de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas y su conjunto representa más de 30 mil ejemplares. Muchos duplicados se han distribuido a diversos herbarios nacionales y extranjeros.
La Flora del Valle de México de Oscar Sánchez, editado en 1969. Esta publicación está profusamente ilustrada y resulta de mucha utilidad para la identificación de las plantas más comunes de la región.
En el documento: Flora fanerogámica del Valle de México se describe a esos románticos exploradores que buscaban plantas del Valle de México, entonces sin decubrir, para llevar a las colecciones y universidades de Europa y Estados Unidos.
Entre ellos Jean-Louis Berlandier, que en 1826 y 1827 vivió en la ciudad de México, colectó en Chapultepec y Tacubaya; En 1830, Lucas Alamán; Christian Julius Wilhelm Schiede, entre 1831 y 1836 en algunos sitios del Valle de México, como por ejemplo en San Ángel; el Estadounidense Josiah Gregg; el francés Eugène Bourgeau, (1865 la Sierra de Guadalupe y el Desierto de los Leones, así como Albert Schmitz y Dominik Bilimek, este último al parecer fungiendo como jardinero principal del emperador Maximiliano. La lista es larga.
Wilhelm (José Guillermo) Schaffner, hizo importantes colecciones en los alrededores de la capital entre 1852 y 1876. Edward Palmer, famoso colector del norte del país y del oeste de los Estados Unidos, visitó la Ciudad de México en 1878 y recogió algunos ejemplares en sus cercanías, así como en Chalco, Texcoco y San Juan Teotihuacán.
Hacia fines del siglo XIX y en los primeros años del XX Manuel Urbina y Fernando Altamirano, Manuel M. Villada (1865)) formularon un calendario botánico del Valle de México; Alfonso L. Herrera (1891) publicó el primer análisis fitogeográfico de la flora del Valle; Fernando Altamirano (1895).
El tepozán servía a niños para hacer resorteras ante la resistencia de su madera, su presencia era parte del entorno del Valle de México, de no detenerse el crecimiento anárquico de la mancha urbana y de no cimentar un plan de recate y preservación, basado en la conciencia ambiental donde participe sociedad y gobierno, quizá las nuevas generaciones solo le conozcan en fotografía del catálogo de especies extintas, pero por lo pronto, se aferra con sus raíces al concreto de la mancha urbana.